Que todo sea igual para que nada cambie
La consigna del tándem Unión del Pueblo Navarro-Convergencia de Demócratas de Navarra cumple el lema a la perfección. La formación regionalista navarra se empeña (Carlos García Adanero, parlamentario de UPN, dixit) en asegurar que pretenden una relación normalizada con las comunidades autónomas del entorno del Viejo Reyno. Este talante incluiría a Vascongadas, por supuesto que sí. Ahora bien, un tratamiento normalizado de las relaciones ha de ser, por fuerza, cordialidad. No eran precisamente afectuosas las declaraciones de otro Carlos (Pérez Nievas), consejero de Educación, en su agria contestación a la propuesta de crear un órgano común que permita a navarros y vascongados dar pasos en la defensa de nuestra milenaria lengua.
El Gobierno de Navarra ha vuelto de las vacaciones con las pilas puestas y la renovada convicción de que nadie mejor que ellos garantizan un presente y un futuro de diferenciación respecto a todo lo que suene a vasco. El presidente foral, Miguel Sanz, y sus muchachos se encargarán en lo sucesivo de dejar bien claro que los rumores sobre un posible giro de UPN-CDN hacia el centro no era más que una improbable especulación. Retiradas las caretas cuando pasan ya muchas semanas desde la celebración de las elecciones, nos encontramos en la misma posición que en la anterior legislatura. Lo describía de manera tan amarga como cómica un buen colega vasquista al decir que la historia de nuestro pueblo se parecía bastante a la del afligido protagonista de la película ATRAPADO EN EL TIEMPO: un hombre de la calle que, de repente, se ve abocado a vivir todos los días la misma jornada, desde que se levanta hasta que se acuesta. En un círculo sin final.
Es lo que tiene la reseca postveraniega. Uno espera que las cosas sean distintas, a barlovento del cambio de temporada y del inicio del curso laboral-académico. Pero para eso tenemos a los regionalistas y los convergentes: para poner toda la carne en el asador y encargarse de que en Navarra todo siga como siempre.
A Dios gracias, el pueblo siempre saca ventaja a la clase política. De hecho, los últimos estudios confirman el progreso de la "lingua navarrorum" en el seno de la ciudadanía de la Comunidad Foral. Como dijo el trovador de la Revolución Cubana, Carlos Puebla, firme sigue el pueblo que "lucha, trabaja y piensa". Así somos los navarros. Amén.
El Gobierno de Navarra ha vuelto de las vacaciones con las pilas puestas y la renovada convicción de que nadie mejor que ellos garantizan un presente y un futuro de diferenciación respecto a todo lo que suene a vasco. El presidente foral, Miguel Sanz, y sus muchachos se encargarán en lo sucesivo de dejar bien claro que los rumores sobre un posible giro de UPN-CDN hacia el centro no era más que una improbable especulación. Retiradas las caretas cuando pasan ya muchas semanas desde la celebración de las elecciones, nos encontramos en la misma posición que en la anterior legislatura. Lo describía de manera tan amarga como cómica un buen colega vasquista al decir que la historia de nuestro pueblo se parecía bastante a la del afligido protagonista de la película ATRAPADO EN EL TIEMPO: un hombre de la calle que, de repente, se ve abocado a vivir todos los días la misma jornada, desde que se levanta hasta que se acuesta. En un círculo sin final.
Es lo que tiene la reseca postveraniega. Uno espera que las cosas sean distintas, a barlovento del cambio de temporada y del inicio del curso laboral-académico. Pero para eso tenemos a los regionalistas y los convergentes: para poner toda la carne en el asador y encargarse de que en Navarra todo siga como siempre.
A Dios gracias, el pueblo siempre saca ventaja a la clase política. De hecho, los últimos estudios confirman el progreso de la "lingua navarrorum" en el seno de la ciudadanía de la Comunidad Foral. Como dijo el trovador de la Revolución Cubana, Carlos Puebla, firme sigue el pueblo que "lucha, trabaja y piensa". Así somos los navarros. Amén.
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